👋 Hola soy Pavel, bienvenido a una nueva 🧠 brain edition 🧠 de El Descubrimiento. Cada semana hablamos sobre producto, growth y oportunidades en el sector tech.
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En la edición de hoy contamos con la colaboración de Emi, creador de auto(des)conocimiento. Sigo su newsletter desde hace bastante tiempo y cada semana me hace descubrir un poco más sobre nosotros mismos, de donde venimos y hacia donde vamos.
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Incertidumbre
Buscamos la certeza en todas partes, pero no siempre valoramos la necesidad del azar en nuestras vidas.
La riqueza de opciones que hoy tenemos a nuestro alcance ha extendido la libertad personal hasta un grado inconcebible hace cien años. Pero la consecuencia inevitable de poder realizar tantas elecciones atractivas es la incertidumbre de propósito; la incertidumbre, a su vez, mina la resolución y, al carecer de resolución, acabamos por desvalorizar la elección. Por lo tanto, la libertad no necesariamente ayuda a encontrarle significado a la vida, más bien sucede lo contrario. Si las reglas de un juego son demasiado flexibles, la concentración flaquea y es más difícil lograr una experiencia de flujo. El compromiso con una meta y con las reglas que supone alcanzarla es mucho más fácil cuando las elecciones son pocas y están claras.
Fluir, Mihaly Csikszentmihalyi
Muchos conocemos el mito de Sísifo como una metáfora poderosa sobre la inutilidad del esfuerzo: un hombre condenado a empujar una enorme roca que apenas puede desplazar pendiente arriba, una y otra vez, contemplando con desesperación cómo rueda ladera abajo cada vez que alcanza la cima, una y otra vez, por toda la eternidad, una y otra vez… Es una leyenda tan potente en su fondo como en su forma: no solo nos advierte de la futilidad de la condición humana, sino que lo hace con una representación artística de una fuerza imaginativa devastadora. Nadie querría verse obligado a padecer un castigo semejante, fuera cual fuese el delito.
Lo que algunos no sabíamos es que Sísifo era un rey griego famoso por su astucia y pocos escrúpulos; por esto último se le condenó a la pena archiconocida, pero gracias a aquella consiguió engañar a Tánatos —la muerte— y apresarlo durante un tiempo: así, hubo un momento en la historia (legendaria, claro está) en el que nadie hubo de fenecer gracias a la acción de Sísifo. Semejante arrogancia no pudo ser dejada de lado por los dioses, que, como grandes sibaritas del castigo que eran, idearon una pena tan elaborada como apropiada para un delito de ὕβρις —hýbris— como aquel.
Mucho tiempo después, en un mundo bien distinto, en una sociedad ya sin dioses ni héroes, el filósofo y escritor Albert Camus escribiría un ensayo en el que describiría la figura de Sísifo como un hombre «absurdo»: un ser abocado a ser consciente de la inutilidad de la vida, siempre batallando por encontrar un sentido que le rehúye, probablemente (o con total seguridad, según el francés) porque no existe. El mito, pues, cobra un nuevo sentido en la sociedad contemporánea: de la misión infructuosa como pena por haber desafiado el poder de los dioses, pasamos a encontrar una forma de afrontar el fluir cotidiano basada en la desesperanza, en la angustia. Y, sin embargo, Camus introdujo también la idea de que ese castigo ha devenido una manera de arrostrar los desafíos vitales desde cierto optimismo: puede que no existe el sentido tal cual, pero nosotros, como seres pensantes y capaces de analizar los problemas, podemos construir algo muy parecido que nos otorgue una suerte de plataforma sólida sobre la que asentar nuestro ser en el mundo. Siguiendo esta estela de pensamiento, Nassim Taleb esboza en Antifrágil una mirada similar: «Con la condición de tener la clase correcta de rigor, necesitamos azar, desorden, aventura, autodescubrimiento, incertidumbre, episodios cuasitraumáticos, todas esas cosas que hacen que valga la pena vivir la vida». Y es que la existencia no es más que una carrera de obstáculos que afrontamos con una venda en los ojos: siempre habrá problemas, desafíos, errores y enigmas que nos exigirán una seguridad que no tenemos. Plantearse la vida como un reto puede conducir a tergiversar la propia naturaleza de la existencia, que no es más que un absurdo periplo que, sin embargo, nos depara múltiples sorpresas.
Los seres humanos nos obcecamos en buscar sentido a todo lo que nos rodea: lo hacemos con la naturaleza, con la sociedad y, por supuesto, con las personas. Nos empeñamos en asignar etiquetas, en señalar vicios, en establecer juicios, en cartografiar creencias o en clasificar ideas; nuestra vida es una labor constante de interpretación de un texto que ni siquiera existe, escrito en una lengua que jamás se inventó. Pero esa tarea digna de Sísifo es lo que pone en valor nuestras elecciones, como nos recuerda Mihaly Csikszentmihalyi en su ensayo; el caos, el azar, es la piedra de toque de una creatividad que subyace a nuestras vidas. A pesar de que un bajo grado de incerteza suponga cierta ventaja en determinados entornos, su total ausencia es irreal; de ahí, como afirma Taleb (como ya apuntaba Camus), que la vida merezca tanto más ser vivida cuanto más nos acostumbramos a la evidencia de que la incertidumbre es una constante, una presencia que nos acompaña siempre como una sombra.
La incertidumbre no es una dificultad que debemos superar cuando nos topamos con ella: es un indicio, una pista, una miguita de pan que nos recuerda nuestra inherente fragilidad ante las incógnitas del mundo, pero que también nos brinda la ocasión de aprender cosas nuevas, de lidiar con el error; nos fuerza a pensar de manera diferente, a abandonar aquello que dábamos por bueno y a exprimir nuestras capacidades. Sin una saludable dosis de incertidumbre no sentiríamos curiosidad por lo que no sabemos, ni adquiriríamos habilidades que no teníamos: la ignorancia solo es desdeñable cuando no nos afanamos por solventarla.
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Que tengas una feliz semana.
Pavel 👋
Bárbaro, Emi. Como siempre.
Y como ya sabes, si metes a Camus en el texto me tienes ganado.
Enorme edición con Emi, Pavel si me das tu ok lo comparto en el próximo stream de Más que marketing ☺️. Un abrazo enorme